La negligencia que provocó el incendio del Museo Nacional de Río de Janeiro
Por: Alejandra Petersen
5 de Septiembre de 2018 – 05:56 hs
La negligencia que provocó el incendio del Museo Nacional de Río de Janeiro
El incendio del Museo Nacional de Río de Janeiro es una tragedia que ha sido descrita como una lobotomía a la memoria histórica de Brasil. La comparación no es para menos. En una hora se consumió 90% de su acervo: 2 millones de piezas catalogadas en su archivo histórico y colecciones de arqueología, ciencias naturales, etnografía de los pueblos originarios de Brasil, arte grecorromano y egipcio. Las fotografías y videos muestran una escena apocalíptica que seguramente será recordada como una de las pérdidas culturales más grandes de nuestro siglo.
El incidente rápidamente escaló a la esfera política porque, aunque hasta el momento no sabemos la causa exacta del incendio, todo apunta a que es una consecuencia de recortes presupuestales. Desde hace muchos años, el mantenimiento había sido mínimo: cables pelados, infestaciones de insectos y goteras fueron algunos deterioros descritos por los empleados del museo. Mientras tanto, el pueblo brasileño se pregunta cómo fue que se lograron los fondos para un Mundial y unas Olimpiadas y no hubo dinero para instalar un sistema contraincendios adecuado para el resguardo de uno de los acervos más importantes del país. La desgracia estaba anunciada.
Museos en situaciones insostenibles de austeridad son un común denominador en toda Latinoamérica. Cuando de recortes se trata, es el sector que primero sufre. Además, la conservación de las colecciones públicas no representa ningún valor agregado para el político en asenso; visten mucho más los grandes eventos internacionales o la creación de nuevos espacios culturales. Pero, como la experiencia nos ha enseñado, uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde y en el caso de nuestros museos lo que esta en juego es el conocimiento palpable de nuestra memoria y raíces.
Las consecuencias políticas de esta enorme negligencia, producto de varias administraciones brasileñas, esta aún por verse. Por lo pronto, algunos candidatos para las elecciones del próximo octubre han empezado a incorporar la conservación de los museos dentro de sus principales ejes de trabajo. Aunque es poco consuelo tapar el pozo cuando el niño ya se ahogó, la prevención de este tipo de incidentes debe convertirse en el centro de las propuestas culturales de Brasil pero también del resto de Latinoamérica. “Cuidar lo que ya tenemos antes de generar nuevos focos de riesgo” debería ser manda para nuestros gobiernos.
Mientras tanto, la ruina del Museo Nacional de Río de Janeiro quedará como recordatorio de la vulnerabilidad de nuestra cultura material.